Subió al avión para cubrir a un compañero que tenía el cumple de su bebé y murió sin saber que iba a ser papá
-A la mayoría de los familiares que murieron en el fatídico vuelo de la aerolínea Sol, los invade una triste sensación de que esta catástrofe fue olvidada por la mayoría de los argentinos. Peor aún, el hecho de que la Justicia les jugó siempre en contra. Esa noche del 18 de mayo de 2011, el avión Saab 340 -de la línea aérea ya desaparecida- nunca debió haber despegado de Neuquén (NEU) ya que tenía fallas que no le permitían volar. En pleno viaje hacia el aeropuerto de Comodoro Rivadavia (CRV), la nave sufrió “engelamiento severo” y se estrelló en una meseta de Río Negro. Murieron 22 personas, entre pasajeros y tripulantes.
-El fatal destino quiso que Rubén Demaría formara parte de una de las tragedias más grandes en la historia de la aeronavegación comercial en la Argentina. “Rubén llegó a ese vuelo por ser generoso”, resumió Milca Mora, su viuda, en una entrevista con TN. Según su relato, él pudo haberse quedado en su casa de Neuquén ese miércoles, jugando con su hija Delfina de tan solo un año y medio.
Pese al temor que tenía Rubén por viajar en los aviones de esa aerolínea, eligió reemplazar a un compañero de trabajo que se perdería el primer cumpleaños de su hijo si viajaba a Comodoro. “Se había quedado con miedo luego de que en un viaje tuvieron que llevar las valijas a upa porque la alarma de la bodega sonaba y no podían pararla”, recordó Milca.
De haberse quedado con su familia, Rubén no sólo habría salvado su vida, sino que también se habría enterado de que iba a ser padre por segunda vez.
Milca y Rubén estuvieron ocho años de novios y cinco de casados. Luego de pasar por diversos rubros, y tener que dejar sus estudios en el cuarto año de la carrera de ingeniería, él fue contratado como personal administrativo en Ciar S.A., empresa que brinda logística para proyectos de arquitectura. Su tarea era garantizar todo lo operativo para que los inspectores realizaran su trabajo: les preparaba las casas, los autos, llevaba los pagos de la empresa y los rendimientos de gastos.
¿Dónde estás?
Una vez por mes, Demaría debía viajar a Comodoro Rivadavia para ver cómo estaban los inspectores. Ya había cumplido con su misión aquel mayo de 2021. Con la puntualidad que lo caracterizaba, había vuelto de su viaje a Neuquén un sábado por la tarde. “Pero el lunes se encontró con un colega de trabajo que se lamentaba por tener que viajar a Comodoro en la fecha del primer cumpleaños de su hijo. Rubén no lo toleró y le dijo que no fuera, que se quedara con su nene porque él había lamentado perderse el cumple de Delfina por motivos laborales”, relató Milca.
“Hasta el final pensó siempre en el otro”, agregó. Ese mismo día, Rubén la llamó por la tarde y le avisó que el miércoles siguiente se volvía para el sur
Aquel 18 de mayo de 2011 caía la noche y Milca le daba la teta a Delfina, esperando el tradicional mensaje de Rubén tras la llegada a destino. A las 22:10 solía avisar que estaba todo bien, pero no llegó ningún chat. Su mujer se quedó dormida y se levantó exaltada, angustiada y asustada. Eran las diez y media de la noche.
¿Dónde estás?”, le escribió Milca por celular cuando advirtió que su esposo no se había comunicado. Dejó a la beba en la cuna y se quedó dormida con el celular en la mano. “En ese sueño tuve la imagen de un accidente de avión en llamas. Ya había visto toda la película de terror. Me levanté transpirada y en llanto”, confesó con tristeza.
A las 07:00 del día siguiente, una camioneta de la empresa en la que trabajaba Rubén la pasó a buscar para llevarla hasta el lugar donde se estrelló el avión, a 15 kilómetros de la localidad rionegrina Los Menucos. Milca arribó cerca de las once de la mañana y los bomberos ya alertaban a los familiares: “No hay nada para reconocer”. El paisaje era desolador. “En esos momentos te olvidas del mundo”, comentó la viuda.
De acuerdo a sus palabras, los días siguientes “fueron un horror” y pedía no tener a Delfina cerca suyo para que no absorbiera toda la tristeza que llevaba a cuestas. El empuje fundamental para salir adelante se lo dieron sus dos hijas, aunque todavía no sabía que la segunda estaba en camino.
Iban a ser padres por segunda vez, pero no lo sabían
Dos semanas después de la tragedia, Milca comenzó a sentir los mismos síntomas de cuando estuvo embarazada por primera vez. Pasó por la farmacia, se hizo el test y dio positivo. La película de terror se convertía en una serie dramática.
Le surgieron todo tipo de contradicciones. “Pasé de no querer tener al bebé a pensar si eso se trataba de un mensaje divino. Pasó un mes y no se lo podía decir a nadie porque en la familia estábamos de duelo por Rubén. Fue algo horrible”, se sinceró Milca. Lo cierto es que Francesca estaba llegando a su vida y describió cómo fue la elección del nombre: “Me desperté un día, lo busqué en internet y el significado era mujer que viene con mucha fuerza. Entonces dije: es éste, no hay otro”.
Sin embargo, lo más difícil para Milca fue darle respuestas a su hija mayor. “Su psicóloga me decía que los chicos afrontan tres golpes en la vida que son durísimos: el nacimiento de un hermano, la muerte de un padre o madre y una mudanza”. Al año y medio, Delfina ya había pasado por todas.
Se mudaron porque Milca no aguantó convivir con los permanentes recuerdos del pasado. Gracias a la equinoterapia, la nena recuperó el habla a los 3 años y logró reacciones emotivas como reír o llorar. “Hasta ese momento, era una niña estática”
FUENTE:TN
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